La interacción entre el tango y los judíos. Por: Daniel Goldman

 Recuerdo que, en casa, hogar de inmigrantes de la posguerra, no se escuchaba tango ni se tomaba vino al mediodía. Solo oía a mi viejo entonar desde su taller de confección, páramo donde se ganaba la vida, “que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé”... Después de tanto holocausto y soledad en el mundo, este Discépolo le quedaba a medida, como sus trajes. Aunque, a veces, alguna que otra melodía del 2x4 se colaba en encuentros sociales juveniles de la escuela judía, en los que se entonaban temas de tangos famosos con letras que mezclaban el idish y el español. Con el correr del tiempo, descubrí que el cruce de los judíos con el tango ha sido casi incesante.


Como el estudio del piano, el violín, la flauta y el acordeón era una suerte de característica en los hogares de la Europa oriental, la vocación musical resultó una fórmula de sobrevivencia económica y de integración al nuevo mundo. Así se conformaron originales grupos tangueros a cambio de un lugar para dormir o un plato para comer. Tango judío, de Julio Nudler, y El tango, una historia con judíos, de José Judkovski, resultan dos interesantes libros que dan cuenta de esta interacción cultural.

El periodista Adalberto Balduino aporta un relato conmovedor a través del tango “Cuando tú no estás”, compuesto en Francia por Gardel, Lepera, Mario Battistella y el francés Marcel Lattés, asesinado en el campo de concentración de Auschwitz, Polonia. Balduino también evoca la saga del pianista Alberto Soifer, quien tocara con Canaro, Alfredo Gobbi, Fresedo y el propio Troilo. Merece ser nombrado el bandoneonista Antonio Gutman, conocido como “El Ruso de la Galera”, quien en 1914 formó la orquesta típica “El Rusito”. Ismael Spitalnik fue uno de los músicos más completos en la historia del tango. Bandoneonista, director, arreglador y compositor, se destacó en las mayores orquestas de la época. Otra trayectoria singular resultó la del violinista Raúl Kaplún, que tuviera su propio conjunto de tango.

Uno de los encargados de la difusión de la música ciudadana fue el célebre Julio Korn, editor de letras trascendentes, así como también de la revista La Canción, que devendría en la conocida Radiolandia. Max Glücksmann, pionero de la industria discográfica y del cine nacional, fue responsable de las grabaciones y giras realizadas por Carlos Gardel. Por último, merecen un lugar notorio los hermanos Rubistein (Luis Rubistein, Elías Randal y Oscar Rubens), quienes, además de haber sido excelentes creadores, fundaron la editorial Select. Esta extensa y diversa lista permite celebrar el encanto y la profundidad de palabras y melodías que hacen a una identidad múltiple. A su vez, ella se enriquece con el aporte de nuevos músicos, que se amalgaman con conmovedores acordes.

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