Tango y la Iglesia

 

San Agustín (1642-1684), un fraile español fue uno de los mayores fustigadores del baile. Ordenaba poner en las suelas de los zapatos de las mujeres objetos pesados para que no pudieran danzar.

El tango, orillero, originado y bailado en prostíbulos, tenía su propio encierro y por ello no preocupó mucho a la iglesia. Al fin y al cabo, no afectaba la familia, el hogar que era el principal coto que defendía la religión. Y en sus más de 10 años iniciales de vida no hubo condena contra él. Pero con el sorpresivo cambio que tuvo al transformarse de prostibulario en aristocrático, cuando la alta clase parisina de la segunda década del siglo XX comenzó a bailarlo en sus establecimientos exclusivos, la iglesia entró a poner sus ojos en ese extraño, sensual y erótico baile (una baronesa dijo: “¿para bailar esto no hay que estar acostado?”)

Al llegar el tango a New York entre 1913 y 1914, la iglesia católica de esa ciudad expresó con vehemencia su oposición en cabeza del cardenal apoyado por judíos y protestantes.

La primera guerra mundial, que absorbió todos los esfuerzos no solo bélicos sino económicos y culturales, marginó el asunto del tango. Pero no fue un argentino ni un tango argentino lo que mantuvo en la posguerra la oposición de la iglesia al tango: fue un nombre: Rodolfo Valentino. Valentino creó la afición por el baile del tango en EEUU, pero no tanto para el argentino sino para el de estilo europeo.

Los primeros y más importantes bailarines de tango fueron El Cachafaz y Casimiro Aín (El vasco o lecherito). Fue uno de los introductores del baile de tango argentino en Europa. Estando en ese continente tiene encuentro con el embajador argentino ante el Vaticano, Daniel García Mansilla. A través del secretario papal el día 1 de abril de 1924 solicitaron audiencia ante el papa Pio XI para hacerle una demostración de baile de tango y para que verificara que no tenía nada de condenable. El vasco preparó el escenario. Prescindió de su compañera habitual, excelente bailarina y recurrió a la Srta. Scott, bibliotecaria de la embajada e ignorante del arte de Terpsicore. La vistió de negro hasta los pies, con zapatos de tacón bajo y le dijo: tranquila por el baile que yo la conduzco. Aín escogió para la ocasión un disco de los hermanos Francisco y Juan Canaro titulado Ave María que sabían impresionaría al pontífice. Lo que no conocía el papa era que el titulo no hace alusión al Ave María católico sino a la expresión común del lenguaje como el “eh avemaría pues” nuestro. El vasco se vistió de impecable Frac. Tomados de manos, debidamente alejados, bailó con su pareja un monótono y ambiguo ritmo. Al final Aín improvisó figura que colocó casi de rodillas a la pareja frente al papa. Que mantuvo mirada casi aburrida, pero aprobatoria. Hace casi un siglo el tango se baila con bendición papal.

En cuanto a la iglesia católica argentina he sido impresionado al no encontrar ningún documento que me hable de conflicto con el tango.

Por Darío Tobón Montoya





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